Al hacer una rápida búsqueda en Google con la palabra compuesta «Process Art», lo primero que encontré fue esta sintética y muy acertada (o muy desacertada) definición que brinda TATE:
The term process art refers to where the process of its making art is not hidden but remains a prominent aspect of the completed work, so that a part or even the whole of its subject is the making of the work
TATE
He empleado bastante de mi tiempo esta semana en búsquedas similares, no solo desde Google, sino desde varios motores de búsqueda académica en diferentes bases de datos, pues no hay nada que me fastidie más que las soluciones fáciles y sus símiles, como lo son las descripciones sintéticas y los caminos simples, sobretodo si se trata de mis pasiones más fuertes, como lo es todo lo que tenga las letras a r t e (o a r t en Inglés) de por medio. Si el arte no es carnalmente fuego o desgarradoramente doloroso, no será para mí.
Esta semana he tenido lugar para esas divagaciones debido al tiempo detenido que ha provocado que no haya podido presentarme, ni a mis fotografías de los Despertares de Minnie Mouse, en Procesos plásticos (dos palabras que juntas son un perfecto terrorismo atómico con grafito, sin necesitar a r t e). Y, precisamente, como otra de las cosas que odio con todo mi corazón son las pausas o la dilatación infinita que irrumpe en el movimiento constante de un punto del tiempo hacia el otro, decidí autoasignarme la tarea de investigar, intentar definir e ilustrar con referentes qué es el arte procesual, o Process art, para entender qué hago en Procesos plásticos, más allá de haber deseado profundamente estar ahí.
Mi búsqueda personal me ha llevado a muchos caminos, tan fértiles como muertos. No digo esto último porque lo que voy a enunciar ahora no esté cargado de vida, o mucho menos porque no me cargue de vida a mí, sino porque todavía no me han puesto frente a algo que busco, lo que, por supuesto, tampoco sé qué es.
Process art as Performance Art, dos pes mágicas, todo lo que tiene la palabra performance de por medio me suena dulce ¿pero, es tan simple como que el arte que está sucediendo, que está vivo, es, per se, procesual?
Process art as Land Art. Provocadora relación que me lleva a pensar en los rayos que no dejan de caer en los campos de Walter de Maria, evidencia inquebrantable de que el mundo, el espacio y el tiempo, son procesos en curso ¿Pero, es tan simple como que el arte procesual se limita a dejar allí una acción en curso?
Entonces apareció un artículo académico en JStor que no quiere hablar de Arte procesual, ni mucho menos de algo que siquiera se acerque a lo contemporáneo, sino que da vueltas en torno al Arte moderno, y me dijo así:
«Seurat, we could say, invented process art»
Richard Serra en Method and poetry: georges seurat’s surrealist dialectic por gavin parkinson
Un contacto paranormal, una cercanía con lo peligrosamente profano dentro de lo divino: Seurat no solo inventó el Arte procesual sino el Surrealismo. Ruego a mis lectores que no tomen al pie de la letra este atrevido y grosero parafraseo del artículo del profesor Parkinson, se trata de una lectura plenamente atravesada por mis propias brujerías.
Regreso entonces al jueves pasado, momento en el que el tiempo quedó dilatado, en el que sucedió la pausa contra la que reniego. Intento recordar los apuntes que tomé durante la clase que luego debería traducir en constelaciones de ideas dentro de este escrito, o al menos en un mapa conceptual, pero no recuerdo nada. Recuerdo cómo sentía con gozo el sol que atravesaba la ventana, cruel y venenoso como siempre, y mientras escuchaba a mis compañeros hablar de sus sueños, de las letras, de su peso, de las estrellas, de los monstruos, de fondo sonaba Kimi ni haru wo omou del grupo Merengue a través de los deliciosos audífonos Sony que tenía en mi cabeza y que me hacían sentir cada roce de mi enmarañado pelo. Todo, por supuesto, sucedía al compás de los apuntes que no tomé en mi cuaderno de Kiut inesperado, tan inesperado como poder ver esta clase. Y sí, sé que en esta descripción me paso de melosa, pero fue de esos instantes que son perfectos como son y uno ni se explica por qué.
El problema es que por esa experiencia no puedo hacer racionalizaciones objetivas de lo mucho que aprendí de mis compañeros, porque el sol… Porque el pelo… Porque soy otaku a pesar de todo… Y aquí empiezo otra vez a tratar de evadir mis pensamientos para escribir algo. Solo sé que sentí mucha envidia de la chica que dijo que ama las listas, porque yo también las amo pero nunca lo digo; las amo como el del Sombrero de La familia del futuro. –¡Ja! Yo sí uso sombrero–.
También sé que al final las cosas se pusieron crueles y mi estado de ánimo cambió del todo con esa disonante, chocante, terrible, imposible afirmación de que las serpientes hicieron la primera acción teatral. Solo es cuestión de ponerse en mi lugar, o en el de una persona cualquiera que le tiene fobia a las serpientes (como mi madre), para saber que imaginar cada una de sus escamas brillantes, o su movimiento pesadoligero sobre el piso, o su viciosa lengua que entra y sale, sus ojos que ni siquiera puedo describir sin sentir náuseas o sus pieles abandonadas como seres que dejó de ser me producen un sentimiento tan entrañablemente similar pero tan pasionalmente contrario al que siento por el teatro. Dejo entonces a la imaginación lo que siento por el teatro, pieza faltante de la ecuación (y lo que provoca que escriba estas palabras).
Teatro, serpiente, serpiente, teatro, teatro… Serpiente de nuevo, Teatro reiterativo. Palabras que me han torturado mucho más, a una escala exponencial, a una escala de Land Art, que Process Art. Debo dibujarlo, debo esculpirlo, debo performarlo, debo readymadesearlo (o como se escriba), pero no sé cómo, mientras doy vueltas una y otra vez en el corredor y miro hacia la sala. Y allí está, el cuadro falso de Seurat que habita la sala de mi casa por deseos de mi abuelo desde hace mucho tiempo, desde antes que se iniciara el proceso de mi existencia ¿Habrá dibujado serpientes Seurat o habrá ido al teatro? Solo proponer las dos en una frase me pone de un mal estado de ánimo.
Pero no deja de estar ahí, no dejará de estar ahí nunca, grande, imponente como la modernidad, ese cuadro que intenta ser un Seurat en su falsa piel. Ese mismo cuadro que ha estado en cada pequeño punto de mi proceso de vida. El mismo al que le he recostado encima mis óleos mientras los hago. La pintura de Seurat está tan quieta, inmóvil, pausada y eterna ahí de una forma en la que no podría amarla más (qué ironía); y contrasta con el movimiento de la vida, de mi vida. Razón por la que me permito cerrar con la frase más fastidiosamente clichesuda que haya podido encontrar:
Todo el mundo es un escenario, y todos, hombres y mujeres, son meros actores. Todos tienen sus entradas y salidas, y cada hombre en su vida representa muchos papeles
William Shakespeare